2.2.09

Temprança e discreció

La vanidad es un pecado con el que ser indulgentes. Nosotros al sufrirla y los demás cuando somos nosotros los que la ponemos en práctica. Es un pecado muy común del que siempre de desliza dolor… pero sobre todo para quien la práctica, pues la vanidad no es más que un síntoma determinante y agudo de la propia insatisfacción. De la vanidad surgen por ejemplo la prepotencia, el egoismo o el divismo y tiene la capacidad a menudo de nublar el raciocinio sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea. La vanidad lleva a pensar con el culo, de hecho. Una práctica también muy al orden del día.

La templanza, por contra, es moderación, sobriedad y continencia. Aunque estas virtudes, junto con el equilibrio, parecen ahora importadas de las filosofías orientales, nuestros clásicos valencianos del Segle d'Or se hartaron de ensalzarlas y, al glosarlas, no hacían otra cosa que beber en los grandes clásicos griegos, los padres de nuestra civilización y de nuestra cosmovisión del mundo. Temprança e discreció eran los valores más firmes para valorar a una persona. Con el paso de los años han devenido dos de las virtudes que, también yo, más valoro en los demás. Virtudes que me esfuerzo por atesorar, demasiado a menudo sin éxito.

La incontinencia es abominable y antágonica de todo equilibrio. Sea verbal, gestual o escatológica. I ademés avorrix a les pedres.

Nunca es tarde para luchar, con uñas y dientes, por incorporar
temprança e discreció como pilares de nuestra cotidianidad. Y si no hemos aprendido ni siquiera esto, no sé de que sirve haber leído centenares, miles de libros. Porque los libros no son sólo para pasar el rato. Perogrullada que cabe rescatar de vez en cuando: de su mano podríamos ser cada dia un poco más sabios, más humildes y, por ende, más felices.
Temprança e discreció. Y después ya todo lo demás.
Temprança e discreció. Impregnando todo lo que hacemos. No hay otra vía para los inquietos. Si no pretendemos acabar convertidos en una mala parodia de nosotros mismos.

2 commenti:

jonceltic ha detto...

Hay valores que no se enseñan en las escuelas. Se nace o no se nace con ellas, y el aprendizaje no a todos les cunde.

Salut granota, salut!

Un rincón apartado ha detto...

Ja que parlem del tema aprofite per recomanar-te una cançó del meu estimadíssim Paul Weller: With Time and Temperance (Heliocentric, 2000).

Abraços