23.4.08
Coronel Kurtz
A los 14 años pasaba algunas tardes en casa de mi amigo Wayne. Yo era un gamberrete que estaba todo el día en la calle. Pero a Wayne le aburría ir al puerto de Valencia a tirarnos de cabeza desde arriba de las casetas de las barcas de pesca o al solárium de Las Arenas a hacer el voyeur a través de las rendijas de la valla, huyendo del vigilante. Y además no le gustaba jugar al fútbol. Wayne era un buen chaval. Le pusimos Wayne por aquel tiempo, por una frivolidad: era moreno y discreto como Wayne Robinson, el pívot del Real Madrid. También le llamamos Linton Townes, pero al final venció Wayne. Le iba más.
Sin embargo, me gustaba de vez en cuando dejar plantados a mis amigos malotes e ir a casa de Wayne. Tenía equipo de música, lo cual para mí era un lujo impensable. Y para él también. Era un viejo equipo de música heredado que él mismo había reparado. Allí pinchaba discos de Serrat, de U2 y de Duncan Dhu, mientras me hablaba de los libros que leía: Conrad, Martín Vigil, Yo pos per testimoni les gavines… Cien gaviotas. Todo lo que le gustaba tenía relación con el mar.
Además su madre nos daba de merendar. Al rato de estar charrando, yo le pedía que subiéramos a la andana de la casa, le exigía acción. Desde allí disparábamos con su rifle de perdigones. Yo le rogaba que tiráramos a los pájaros, pero él no quería nunca y sus argumentos eran irrebatibles. Yo siempre pensaba que tenía que ser buena persona como él y ahuyentar de mi cabeza aquella idea homicida de matar pájaros porque sí (nunca maté ninguna en realidad). Probábamos puntería con las antenas de los tejados y las macetas de las terrazas. También bebíamos ginebra mientras escrutábamos el cielo e imaginábamos que estábamos embarcados (Teníamos una botella de Larios escondida bajo las tejas).
4 años después nos embarcamos juntos un año y dimos la vuelta al mundo.
Wayne tiene mucha culpa de que yo lea.
Ahora estoy acabando de leer, tantos años después, «El corazón de las tinieblas» de Joseph Conrad. Y, claro, he recordado todo esto. Como cada vez que he visto «Apocalyse Now».
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7 commenti:
dos adolescentes que sueñan su tejado como un barco, con una botella de ginebra escondida entre las tejas, un rifle de perdigones (yo si cazaba pajaritos. El primero fue un gorrión que se había posado en una rama del inmenso algarrobo de casa de mis abuelos y recuerdo una euforia animal. Lo hice hasta que un día, al ver abatido un gafarró esa euforia se volvió dolor. Sólo dolor frente a lo irreparable. Un ligero asco frente a la muerte por capricho. Un no tengo derecho. Extrañamente eso no me pasa pescando. Tampoco uno va a convertirse en un santo a estas alturas. Me monté la coartada de pensar que lo peor de la muerte es intelectualizarla y el duelo de quienes se quedan. Eso no pasa con los animales, me dije. Esos asideros)
Después esos amigos se embarcan y dan la vuelta al mundo...
Maravilloso relato Forlati. Un arranque así de extraordinario merece una continuación.
Como estoy en el paro y hoy no tengo nada mejor que hacer me voy a subir a la terraza a beber y a fabular viajes. Gracias.
-Al rato de estar "charrando"-
Espardenyà, Forlati!!
Vixca el LLevant!!
:)
Diamantes dixit.
Altra joia. Per a quan les històries de El Cabanyal, Forlati?
Excel·lent, amic.
Les terrasses guarden grans històries. Aquell Cabanyal, (ara amenaçat de mort) també. Exigim una segona part. I també una tercera.
¡Qué indulgents que sou, amics! Jajajaja Si convideu a la ginebra i en el lloc hi ha color que alegre la vista, puc contar-vos dotzenes d'històries com estes… La meua vocació de güelo Cebolleta, ya sabeu. Això és tot.
La Diamantes sí que sap. Mireu cóm ha pillat l'espardenyà!!!
Gràcies de totes formes.
Jajaja, venint de vuecencia no em cap dubte que és una espardenyà, pero mira fins i tot ahí tens sort. Em sonava poderosament haver llegit charrar en castellà, ho he consultat (soc un puto manifaser en eixes coses) i efectivament la Rae ho admet,per molt que remitixca a charlar en una segona accepció.
El senyor Forlati desempolsa i eixampla el castellà sense voler, jeje.
EL HORROR, EL HORROR
deia Kurtz.
Conrad �s un dels principals motius de que jo estiga ara aqu�. A mi no se m�oblida que El coraz�n de las tinieblas estava al cinqu� estant de la segon de les prestageries de la biblioteca del poble, nom�s entrar a m� esquerra, una biblioteca que era m�s petita que la meua habitaci�...
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