No es que Roma fuera el centro del mundo. Es que la Roma de Nerón que ardió durante cinco días era el mundo. Muerte y calamidad. Y miedo en el cuerpo. El miedo a constatar que el terror no conoce fronteras. La capital del Imperio, de Occidente, la eterna Roma hecha un manojo de llamas ingobernables.
11-S. NY. El terror no conoce fronteras. El mismo pavor, dos milenios después.
Arde el mundo. Los meteorólogos no dan crédito. Hablan de magnas catástrofes globales. Los muertos se cuentan por centenares de miles en los rincones más distantes del planeta, la Nasa envía fotos de la nube de humo que invade la atmósfera.
Hasta ahora quien quisiera podía saber qué estaba sucediendo, pero muchos lo evitaban, preferían la venda en los ojos. Ahora el desastre y la calamidad abre todos los informativos.
Se llama cambio climático. Hace años que llama a la puerta. Ahora la está echando abajo.
Sigamos pensando en nuestras pequeñas miserias cotidianas.
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