11.5.10

Mystic Sean Pean.



Mystic River, la película, se me encogió tras la lectura de la novela de Lehane en que se inspiró Eastwood para construir aquella obra maestra. Puestos a etiquetar, digamos que es novela negra. Puestos a clasificar, la mejor que he leído nunca. Mejor que A sangre fría de Capote, que durante muchos años me pareció la cima del género. Mejor que Cualquier otro día del propio Lehane, magistral también. Mejor que Dashiell Hammett, el considerado como maestro del género.

Ahora ando con Delitos a largo plazo de Jake Arnott, un apasionante recorrido por la canallesca gansteriana del Londres de los 60, encarnada en un encantador marica sin escrúpulos más duro que el sopraniano Paulie Gaultieri. Un entremés, un entretenimiento frugal en comparación con Lehane.

Sean Pean recibió el óscar al mejor actor por MR en 2003, estatuílla que debe en gran parte a Eastwood. Seguramente no habrá otro hombretón en el planeta del celuloide capaz de encarnar mejor al personaje de Jimmy Marcus que creó Lehane, un tipo tierno y malote al mismo tiempo, un superviviente capaz de rehacer su vida sin salir de los márgenes, en el refugio de un hogar que no se resquebraja ni siquiera con la brutal sacudida del atroz asesinato de su hija Katie. No pudo realizar mejor elección Clint en el casting. Pean es el Jimmy de Lehane. Sin duda alguna.

Podría hablar y no parar de novela y película, pero no lo haré. Me apetece destacar un aspecto poco valorado de este thriller inmortal, su vertiente romántica: la fortaleza humana cimentada en un amor férreo y sin condiciones, incluso en las coyunturas más adversas. Frente al romanticismo de pandereta y Walt Disney a que nos tienen acostumbrados incluso los mejores directores —apasionamiento irracional, mariposas y demás guilindainas trufadas de acné postadolescente—, Eastwood —y en Lehane aun es mucho más poderosa esta perspectiva— aborda la pareja como la cima de la madurez compartida, en la cual no hay atisbo de grieta ni cumplidos innecesarios ni carantoñas gratuítas. Eastwood y Lehane despojan la relación entre Jimmy y Annabeth (Laura Linney) de toda superficialidad tendente a suturar los conatos de inseguridad y crean una de las parejas más robustas y entrañables de la historia del cine —de la que yo, en mi infinita limitación, he visto, vaya—.

Además de dos obras maestras y deliciosas desde el punto de vista estético, literario y cinéfilo; además de una historia negra de cabecera; además de un guión y un tempus narrativo impecables —y la novela son más de 600 páginas sin un sólo bajón—; quería recomendarles a Jimmy y Annabeth como la mejor pareja del año en el baile de graduación. El triunfo de una mirada cómplice, de un silencio oportuno, de un gesto sutil, de un pellizco discreto y también, por qué no decirlo, del monumental polvo con que reconciliarse con la vida, después de que ésta te gaste la broma más perversa que pudieras imaginar. Ese polvo hacia el final del metraje que es el homenaje de Eastwood y Lehane a la extraodinaria historia de amor que acompaña de la mano toda la trama.

 Annabeth y Jimmy.

Nessun commento: